La escena, repetida hasta el hartazgo en películas, series y hasta alguna obra de teatro, encuentra su punto de origen, tan real como intenso, en alguna dependencia policial: cinco o más personas, identificadas por números y una junto a la otra, van dando, por turnos, un paso al frente. Del otro lado del cristal, y sin ser visto por los sospechosos, algún testigo tiene que decidir si uno de esos rostros pertenece, efectivamente, a quien asaltó o cometió un crimen. La rueda de reconocimiento, así, se vuelve clave en el destino de una persona.
La mente, se sabe, esconde en su funcionamiento todo tipo de procesos, y si a eso se le agrega que en la capacidad humana de reconocer rostros influyen numerosos factores, como los trastornos anímicos y del sueño, el escenario se vuelve especialmente complejo de estudiar. ¿Cómo emular las condiciones de un crimen real, si hacerlo plantea innumerables limitaciones éticas y prácticas?
La respuesta que encontraron los integrantes del Laboratorio de Sueño y Memoria, del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), fue aprovechar las situaciones naturales de gran estrés, ya que estas podían proveer una estrategia viable para aproximarse al fenómeno. Fue así que utilizaron el contexto de la pandemia de COVID-19 para estudiar la temática.
“La llegada del coronavirus planteó un escenario de incremento de ansiedad y depresión en la población general, así como la perturbación de las rutinas de sueño. En este trabajo, exploramos la capacidad de reconocimiento de nuestros participantes, considerando sus niveles de ansiedad, depresión y pérdida de sueño”, explica Facundo Urreta Benítez, primer autor del estudio que fue publicado en Frontiers in Psychology.
Los hallazgos del equipo, aseguran los investigadores, confirman postulados previos sobre cómo la ansiedad puede afectar la memoria diferencialmente, dependiendo de la etapa en que se presenta, y cómo la depresión puede llevar a un sesgo en el
procesamiento, beneficiando las memorias negativas. En otras palabras, no reconocer, de forma cabal y correcta, al rostro culpable.
¿Quién es quién?
Durante las pruebas, el equipo midió el nivel de ansiedad, de depresión y la calidad de sueño con escalas validadas. Luego, les mostraron a los participantes un video donde ocurría una situación violenta. Más tarde, se les presentó una rueda de reconocimiento en la que había seis fotos, en donde podía estar, o no, el perpetrador de la violencia. De esta forma, evaluaron la capacidad de reconocimiento del autor del hecho y también la capacidad que tenían los participantes de recordar el evento, mediante un testimonio libre, inmediato y diferido.
“Encontramos que la ansiedad durante la codificación se correlaciona con una facilidad en el reconocimiento posterior, pero, contrariamente, lo perjudica cuando la ansiedad aparece en la evocación- agrega Urreta Benítez -. Por otro lado, un nivel elevado de depresión facilita el testimonio, lo que favorece la retención a largo plazo de detalles correctos del evento”.
Además, según indican los científicos, la pérdida de sueño parece afectar negativamente la capacidad de ordenar cronológicamente las secuencias del evento. “Con este trabajo, apuntamos a establecer estándares a la hora de recolectar y evaluar las pruebas testimoniales. Además, queremos continuar la investigación en ambientes más controlados, con medidas fisiológicas y con la manipulación de la información post-evento”, concluye el integrante del Laboratorio de Sueño y Memoria del ITBA.
Identification Performance During Quarantine by COVID-19 Pandemic: Influence of Emotional Variables and Sleep Quality Facundo A. Urreta Benítez, Candela S. Leon, Matías Bonilla, Pablo Ezequiel Flores-Kanter, Cecilia Forcato Laboratorio de Sueño y Memoria, Instituto Tecnologico de Buenos Aires (ITBA) https://doi.org/10.3389/fpsyg.2021.691583 Frontiers in Psychology |