En el Instituto de Investigaciones Biomédicas del CONICET y la Universidad Católica Argentina, un equipo de especialistas en cronobiología realizó el primer estudio sobre sueño y ritmos circadianos en médicos residentes de Argentina. Los resultados destacan que, en pos de prevenir accidentes e incidentes por cansancio y privación del sueño, se debe contemplar una reducción en las horas laborales totales y continuas de estos profesionales.
El sueño es una pieza fundamental para que el cuerpo y la mente humana funcionen correctamente. Cuando una persona no duerme lo suficiente, se puede sentir cansada, abrumada o dispersa, síntomas que deben ser atendidos, pero que, a simple vista, no parecen graves. Sin embargo, ¿qué pasa si la persona en cuestión tiene en sus manos la vida de otra?
Un equipo de investigación se propuso estudiar el sueño y los ritmos circadianos de médicos residentes que trabajan en turnos rotativos, nocturnos o en jornadas extendidas. Mediante este tipo de estudios el equipo se propone detectar predictores de fatiga y privación de sueño, los cuales permitirían el desarrollo de herramientas para prevenir accidentes e incidentes que tienen lugar por el cansancio y la falta de descanso.
“Los médicos residentes suelen realizar jornadas extendidas de más de ocho horas y, además, realizan guardias una o más veces a la semana. Esto implica, no sólo una extensión de la jornada, sino, también, trabajo nocturno. Estas condiciones, por lo tanto, no solo afectan su calidad de vida y su seguridad, tanto dentro como fuera del hospital, sino que, además, pueden afectar la atención de sus pacientes”, señala la Dra. Malena Mul Fedele, investigadora del CONICET en el Instituto de Investigaciones Biomédicas de la Universidad Católica Argentina y directora del proyecto.
Según la evidencia científica, las consecuencias de la privación de sueño impactan a nivel físico, psicológico y social. “A nivel físico -detalla Mul Fedele-, se producen modificaciones neuro-cognitivas, como la reducción de la atención y concentración en tareas continuas, disminución de la memoria de trabajo y alteraciones en la capacidad de toma de decisiones, creatividad, y productividad. Además, se producen modificaciones en la actividad del sistema nervioso autónomo, endócrino, metabólico e inmune”.
“Por otro lado, a nivel psicológico, se producen cambios en la esfera afectiva, tales como fluctuaciones en el humor, ansiedad, depresión; y, a nivel social, se observan cambios en la forma de interaccionar con la familia, los amigos, compañeros, etc.”, explicó la especialista en cronobiología humana y trastornos del sueño. “Cuando la deuda de sueño se extiende a lo largo de los días y meses, es decir, es constante, las alteraciones neurocognitivas se acumulan y pueden llegar a niveles similares a aquellos que se experimentan luego de no dormir por completo durante 1 a 3 noches”, agrega.
Cuando dormir todo lo que se puede no es suficiente
La población de médicos residentes en Argentina nunca había sido analizada mediante un estudio de este calibre, pero los resultados del estudio indican que su análisis es urgente y necesario para poder planificar estrategias que maximicen su descanso y reduzcan las posibilidades de accidentes o incidentes asociados. “Entendemos que no sería necesario trabajar en la higiene del sueño, sino repensar la cantidad de horas de trabajo a las que están sometidos”, indica Mul Fedele.
“En promedio -detalla la investigadora-, los residentes duermen unas 6 horas diarias durante sus días laborales, lo que genera una deuda muy grande del sueño, es decir, que no duermen las horas recomendadas. Además, un 25 por ciento tiene deprivación de sueño, o sea que duermen menos de 6 horas diarias, y un 97 por ciento presenta una calidad de sueño baja”. Esto se suma a que, en promedio, trabajan 66 horas semanales, con jornadas que en la media pueden llegar a tener una extensión de más de 28 horas, lo que resulta un combo preocupante para el equipo de investigación.
“Encontramos que, aquellos que informaron haber tenido incidentes, habían trabajado más horas semanales en total, registraban un mayor número de guardias en el mes y, además, trabajaron más horas continuas, es decir,que la jornada más extensa que tuvieron, era más larga que la de quienes no reportaron incidentes”, asegura la especialista en cronobiología, a la vez que señala que el 83 por ciento informó una somnolencia diurna excesiva.
Respecto al ritmo de sueño-vigilia, Mul Fedele resalta: “los que informaron tener incidentes presentaron más sueño diurno y menos sueño nocturno y, a su vez, manifestaron alteraciones de su ritmo circadiano de temperatura corporal. Al realizar un análisis multivariado, encontramos que, tanto la cantidad de horas de trabajo continuo, es decir, la duración de la jornada laboral más extensa, como la cantidad de guardias mensuales, son predictores de la ocurrencia de accidentes”.
A pesar de que la cantidad de horas de trabajo parecen ser factores fundamentales, para el equipo de investigación esto no significa que el sueño no sea importante. “Cuando hicimos las correlaciones bivariadas vimos que aquellos que trabajan mayor cantidad de horas o de guardias, duermen menos. Entonces, el problema es que la cantidad de horas que duermen depende de la cantidad de horas de
trabajo ininterrumpido que tienen: a igual cantidad de horas de trabajo, el sueño no se correlaciona con los incidentes, ya que no hay diferencias significativas en su duración”, apunta la doctora en Ciencia y Tecnología.
“Por lo tanto -resume Mul Fedele-, lo que observamos en este estudio es que los médicos residentes aprovechan sus oportunidades de sueño y duermen todo lo que pueden dormir. El problema es que, si trabajan en exceso y si trabajan una gran cantidad de horas continuas, las oportunidades de descanso son pocas. Estamos trabajando en el desarrollo de nuevos métodos para monitorear los trastornos del sueño y la disrupción de los ritmos circadianos debido a turnos prolongados”.