Por esas cosas de la divulgación y de los impactos que causan los descubrimientos, las neuronas, en el campo de las neurociencias, tienen “más cartel” que otros componentes del sistema nervioso. El concepto se extendió y popularizó tanto que, incluso para aquellos que no se dedican al campo o no son científicos, no resultaría difícil arrojar una definición más o menos acertada.
Pero claro, no sólo con neuronas vivimos los humanos. Existen unas células, llamadas gliales, cuya denominación es, casi, un spoiler: funcionan como pegamento de las neuronas. “Antes, parecía que eran, apenas, un soporte para las neuronas, y estas últimas eran las que hacían todo. Pero, con el tiempo, se empezó a descubrir que las células gliales tenían muchas más funciones y que, sin la glía, las células neuronales no funcionarían correctamente”, apunta María José Bellini, investigadora adjunta del CONICET.
Bellini, con sede de trabajo en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de la Plata “Prof. Dr. Rodolfo Brenner” (Universidad Nacional de La Plata- CCT La Plata) estudia justamente, junto a su equipo de trabajo, el impacto y el metabolismo de estas células gliales, que tienen su propio sistema de clasificación: la macroglía, que incluye a los astrocitos y los oligodendrocitos, y la microglía.
“Es en el estudio de la microglía en lo que trabajamos junto a mi equipo de investigación. Si bien son de otro origen embrionario, también se clasifican como células gliales. Y cada tipo de ellas está especializada en distintas funciones, las cuales son esenciales para el correcto funcionamiento tanto del sistema nervioso central como del periférico”, desarrolla Bellini.
La investigadora había trabajado en el proceso de envejecimiento desde los inicios de su carrera como posdococtoranda, junto al doctor Rodolfo Goya, también en la UNLP. El encuentro con el universo de las células gliales fue en el Instituto Cajal de Madrid, especializado en neurobiología. Allí, Bellini empezó a investigar cómo se podría hacer para modificar el fenotipo de estas células y su función a partir de intervenciones externas.
“Generalmente, la mayor parte de enfermedades del sistema nervioso central, así como accidentes traumáticos o vasculares, están asociadas a la neuroinflamación. El envejecimiento fisiológico también está caracterizado por una inflamación crónica- explica la doctora-. Y las macro y microglías son, justamente, las que regulan este proceso inflamatorio”.
Bellini aclara que, si bien el proceso de neuroinflamación no necesariamente es negativo, el hecho de que no se pueda regular podría derivar en consecuencias negativas para el funcionamiento general del sistema nervioso central. Junto a su equipo de trabajo, la investigadora estudia cómo modular esas células de la microglía ante patologías o escenarios asociados a la neuroinflamación.
“Trabajamos con terapias génicas, para modular esta respuesta de las células gliales. En particular, usamos vectores virales que expresan factores tróficos, como el factor de crecimiento insulino símil de tipo 1 (IGF-1). Y lo que analizamos es cómo la suplementación de este factor en modelos in vivo -es decir, con animales, en este caso ratones y ratas viejos- modifica la respuesta de la glía”, profundiza la investigadora, quien agrega que también estudian las diferencias sexuales asociadas y el impacto diferencial de la intervención en machos y hembras.
Del cruce de saberes a la definición de prioridades
Como el objeto de estudio es tan amplio y complejo, se necesitan herramientas tanto de las ciencias médicas como de la bioquímica y la biología molecular para no sólo ofrecer respuestas sino, más importante aún, formular las preguntas indicadas. Y es en ese diálogo constante que, para Bellini, se da el proceso más enriquecedor a la hora de hacer ciencia.
“Dentro de la Facultad de Medicina de la UNLP, mi grupo de trabajo forma parte de un laboratorio mucho más amplio, también estudiamos el aspecto neuroendocrino: cómo se modifica el estatus endócrino en distintas situaciones patológicas o traumáticas. Intervienen un montón de especialistas de distintos campos y esa colaboración y ese cruce de saberes es fundamental”, reflexiona.
En ese sentido, Bellini considera que la colaboración interdisciplinaria hace posible la aplicación de la ciencia básica, un aspecto que se profundizó aún más durante la pandemia, con la elaboración de barbijos, spray antivirales o kits de diagnóstico para el coronavirus. “Son desarrollos que fueron posibles gracias a una ciencia básica sólida”, agrega.
A su vez, para la investigadora resulta esencial la existencia de políticas públicas para favorecer un diálogo fluido entre medicina básica y ciencia aplicada. Dichas políticas deben propiciar y fortalecer la articulación de manera que se deriven en desarrollos e innovaciones. “El rol del Estado, en todo ese proceso, es clave, no sólo con el apoyo económico y en gestión, sino, también, definiendo cuáles serán las prioridades”, sintetiza.
Epígrafe: Efecto sobre el fenotipo inflamatorio microglial en la región del cerebro llamada putamen caudado de la transferencia del gen IGF-1. Los paneles muestran células positivas para arginasa (A’ ), células positivas para Iba1 (B’) y la fusión de ambos canales fluorescentes (C’). Aumento de 20X.