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10 de noviembre de 2021

“Las sociedades científicas tienen un enorme poder vinculador”

La Doctora Rita Raisman-Vozari, directora de investigación con sede de trabajo en el Instituto del Cerebro y la Médula (Francia), estudia, junto a su equipo de trabajo, los mecanismos sobre enfermedades neurodegenerativas, como el Parkinson. En esta entrevista, analiza su rol en la creación del Instituto de Investigación en Medicina Molecular y Celular Aplicada (IMMCA), en su Tucumán natal y la importancia de espacios como la SAN, para la promoción de vínculos nacionales e internacionales.

La actividad científica y tecnológica implica planificar, organizar, trazar una ruta para poder recorrer cada paso y llegar, así, a una meta deseada. Pero en la ciencia, como en la vida, ocurren a veces imprevistos, hechos fortuitos que cambian el rumbo y llevan a lugares impensados. En el idioma español, cuando se busca algo y, por accidente, se descubre otra cosa totalmente distinta, se denomina “serendipia”.

Un poco de eso vivió la doctora Rita Raisman-Vozari, investigadora tucumana que, actualmente, trabaja en el Instituto del Cerebro y la Médula (ICM- INSERM, Francia) y que, desde hace muchos años, se dedica a estudiar la enfermedad de Parkinson, un trastorno degenerativo lento y progresivo del sistema nervioso. Para entender esta dolencia, hay que tener en cuenta que las neuronas se comunican entre ellas a través de diversos neurotransmisores, entre ellos la dopamina. La falta de esta dopamina genera, entonces, un importante déficit en la actividad cerebral.

Dra. Rita Raisman-Vozari

“Desde hace un tiempo, estudiamos el efecto de un grupo de antibióticos, llamado tetraciclinas, en la protección de neuronas dopaminérgicas, las células del cerebro encargadas de producir esta dopamina -explica Raisman-Vozari-. En un hecho completamente fortuito, un estudiante cometió el error de dar de comer a los ratones del experimento con un alimento rico en doxiciclina, uno de estos antibióticos. Y lo que sucedió fue que no pudo inducir, en estos ratones, las lesiones características de la enfermedad”.

A partir de ese incidente, el grupo revisó todas las etapas de la experimentación animal y pudieron confirmar la hipótesis de que este antibiótico tenía acciones de protección contra las neuronas. Una alimentación sostenida con doxiciclina generó que los animales lesionados no presentaran la muerte neuronal que caracteriza a la enfermedad de Parkinson. Así nació el proyecto que, hoy, involucra a tres laboratorios internacionales y que generó la publicación de más de siete artículos originales.

Son muchas las líneas de estudio, a lo largo del mundo, que buscan entender las causas de esta dolencia. Los tratamientos disponibles tienen como objetivo restaurar esta función dopaminérgica en el cerebro, pero no impiden el avance del proceso degenerativo.

“A su vez, el reconocimiento de los síntomas no motores en esta enfermedad – apatía, depresión, alteraciones del sueño, disfunción autonómica o síntomas sensitivos, entre otros- ha ganado relevancia en los últimos años. Esto se debe a la elevada prevalencia que se incrementa conforme la enfermedad progresa y un impacto negativo sobre la calidad de vida de los pacientes, que puede ser mayor, incluso, que el de las manifestaciones motoras”, subraya la investigadora.

El problema, señala Raisman-Vozari, es que el tratamiento que restituye la dopamina faltante no tiene ningún tipo de efecto en estos síntomas. “Escenarios como el estreñimiento, la depresión o el trastorno de conducta del sueño pueden preceder en varios años a las manifestaciones motoras clásicas. La existencia de este periodo es importante a nivel terapéutico, ya que representa una hipotética ventana temporal para terapias neuroprotectoras, destinadas a retrasar el desarrollo de la enfermedad”, agrega.

Tender redes para investigar

Nacida en Tucumán, Raisman-Vozari siempre tuvo el objetivo de “devolver a su tierra”, como ella misma dice, lo que había aprendido en su carrera científica. “Me involucré con distintas unidades académicas de América Latina, como Argentina, Brasil, Chile y México. Mi anhelo de colaborar específicamente con Tucumán tuvo que esperar décadas, y mi asombro fue muy grande cuando constaté que no había investigación en neurociencias en todo el norte del país”, rememora.

En 2011, la investigadora se contactó con el grupo de Biofísica de proteínas del Instituto Superior de Investigaciones Biológicas (CONICET), donde se planteó un trabajo articulado para estudiar las bases moleculares de dos proteínas que conducen a la muerte neuronal en importantes enfermedades neurodegenerativas, como es el caso del mismo Parkinson o el Alzheimer.

“A partir de este grupo, surgió, casi espontáneamente, un nuevo desafío en el que me involucré personalmente, para que pudiera crecer la neurociencia en el norte de Argentina -relata la especialista-. Replicando la exitosa experiencia de medicina traslacional del ICM, dentro del Hospital de la Pitié-Salpêtrière (Francia), gestionamos la creación del Instituto de Investigación en Medicina Molecular y Celular Aplicada (IMMCA) como nuevo centro de investigación dentro del sistema de salud”.

El “puente científico entre Tucumán y París” permitió no sólo la fluida interacción de los grupos de investigación con los profesionales de la salud, sino, también, un espacio sólido para proyectos, publicaciones y formación recursos humanos, tanto en el ICM de Francia como en el IMMCA, en Argentina. “Estoy absolutamente convencida que el crecimiento del IMMCA traccionará el desarrollo de las neurociencias en el interior del país”, asegura Raisman-Vozari.

Para la investigadora, además, espacios como la Sociedad Argentina de Investigaciones en Neurociencias (SAN) tienen una importancia fundamental para el quehacer científico. “Las sociedades científicas tienen un enorme poder vinculador en países como el nuestro, donde los recursos escasean. Es esencial el desarrollo de trabajos que puedan tener visibilidad en áreas tan competitivas como las neurociencias”, sostiene.

En este sentido, la neurocientífica considera importante que las actividades de la SAN generen sus vínculos y que expanda su área de influencia a todo el país. “A través de la incorporación de grupos de diferentes regiones, podrá actuar como articulador de la interacción y contribuirá a la federalización de la ciencia”.

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