Farez MF, Mascanfroni ID, Méndez-Huergo SP, Yeste A, Murugaiyan G, Garo LP, Balbuena Aguirre ME, Patel B, Ysrraelit MC, Zhu C, Kuchroo VK, Rabinovich GA, Quintana FJ, Correale J.
Cell. 2015 Sep 10;162(6):1338-52. doi: 10.1016/j.cell.2015.08.025.
La Esclerosis Múltiple (EM) es una enfermedad neurológica, crónica y discapacitante que afecta aproximadamente a 12.000 personas en Argentina y es la segunda causa de discapacidad en adultos jóvenes luego de los accidentes de tránsito. La EM comienza típicamente entre los 20 y los 40 años y afecta en mayor proporción a mujeres. Los síntomas más comunes de la enfermedad incluyen discapacidades de los miembros superiores e inferiores, problemas visuales, de equilibrio y coordinación, espasticidad, fatiga y alteraciones de la sensibilidad. La EM es considerada una enfermedad autoinmune, es decir, una enfermedad en la que el propio sistema inmune del individuo (que normalmente nos protege de las infecciones) ataca al cerebro por error y produce los síntomas mencionados arriba.
Una de las características de esta enfermedad es que no es hereditaria, sino que su aparición se debe a la interrelación compleja entre algunos factores propios del individuo y factores ambientales, como por ejemplo determinadas infecciones y la exposición solar. Existe por lo tanto, interés en determinar y establecer el rol que juegan los factores medioambientales en la EM, con el fin de modificarlos y de esta manera impactar en el curso de la enfermedad y en el riesgo de desarrollarla.
En este contexto, investigadores del Centro para la Investigación de Enfermedades Neuroinmunológicas (CIEN) perteneciente a la Fundación FLENI hicieron un hallazgo clave publicado en el número del 10 de septiembre de la prestigiosa revista Cell. Los investigadores del CIEN observaron inicialmente que los pacientes con EM tienen recaídas de la enfermedad con mayor frecuencia durante los meses de primavera y verano y decidieron investigar el factor ambiental detrás de este fenómeno. Encontrar la respuesta llevó casi cinco años de trabajo y establecer colaboraciones científicas con otros prestigiosos centros: el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME) la ciudad de Buenos Aires y la Universidad de Harvard en Boston.
Los investigadores del CIEN encontraron el factor responsable del fenómeno estacional era la oscuridad. Mejor dicho, lo que produce la oscuridad o la falta de luz en nuestros cuerpos: la secreción de melatonina. La melatonina es una hormona secretada por la glándula pineal durante la noche y en mayor medida durante los meses con menor luz solar, otoño e invierno. Es popularmente conocida por sus efectos inductores del sueño, pero también cumple varias otras funciones necesarias para la adaptación del cuerpo al cambio de estaciones. En el caso de la EM, los investigadores encontraron que la melatonina puede bloquear el desarrollo de unas células conocidas como Th17, y que son unas de las responsables del daño cerebral que se produce en esta enfermedad. Además, la melatonina promueve la generación de células reguladoras o Tr1, que apaciguan la respuesta inmune y bloquean de esta manera el daño al cerebro.
Este hallazgo permite ubicar a esta hormona como un nuevo factor ambiental con impacto en el curso de la EM asimismo que coloca a la melatonina y a sus análogos como promesas terapéuticas para la EM a ser estudiadas en estudios clínicos a futuro.